viernes, 18 de septiembre de 2020


 TARZÁN 
(El señor de las Calles)



Omar Geles no estaba equivocado cuando escribió: “los caminos de la vida, no son como yo pensaba, como los imaginaba…”. Frase tan filosófica de la que se  apropió “Tarzán”. Hombre que camina solo por la calle, lleno de rabia, aceptando que el tiempo no retrocede y que en la vida, todo acaba en un segundo.

“Tarzán” nació en Cúcuta en el año 1968 en el núcleo de una familia convencional. Su verdadero nombre es Raúl Estrada y toda su vida ha estado llena de complicaciones. Tuvo que salir rápido de la cuna para empezar a correr y sobrevivir en la calle. Lugar donde aprendió que los amigos no existen.

La heroína lo atrapó cuando solo tenía 18 años, aunque recalca que esto nunca lo alejó de ser un trabajador. “Para mí era satisfactorio consumir esta clase de droga, mis padres no sabían nada al respecto, lo único que ellos veían era que yo trabajaba incansablemente y aportaba en el hogar”: concluye “Tarzán”.

Era tan buen trabajador que lo hicieron administrador de la fábrica de calzado en la que laboraba. “Fueron 7 años de gloria, gracias a este trabajo conocí a una bella mujer que me enamoró por completo con la que formé un hogar, pero mi vicio era constante y me dañaría todo” finaliza Raúl.

Durante ese tiempo, Raúl vestía, comía y olía bien, su presencia llamaba la atención por doquier. Pero la adicción lo llevó a tener cambios de personalidad que no pudo controlar. Su aspecto físico se fue echando a perder junto con su trabajo, no era el mismo de antes, ni siquiera con su pareja, “Doña Clara”.

“No me importaba trabajar, empleo en el que tuve reconocimientos por mi gran labor, pero que el vicio me tiró todo a la basura” acota Raúl. El descontrol de su personalidad lo llevó a ser aquella persona que nunca era. Empezó a golpear a su mujer una y otra vez, hasta que ella decidió abandonarlo.

Él opta por irse a esa casa de sus padres, pero se encontró con que la familia que lo había criado, ya no estaba. Esto ahondó la crisis de Raúl a tal punto que, con 30 años, era declarado un habitante de calle, que pasó de tenerlo todo, a vivir en el canal Bogotá.

“Tarzán” ha manchado sus manos de sangre con tal de recuperar todo lo que ha perdido, pero ha sido en vano. La miseria lo arropó, las drogas lo alejaron de todos y solo lo acompañan dos personajes que él mismo creó a causa de sus alucinaciones, “pena” y “pánico”, son sus fieles compañeros.

Jhon López, habitante del barrio Motilones, afirma que: “siempre lo vemos hablando solo todo el tiempo, pero él no piensa lo mismo, ‘pena’ es el ángel y ‘pánico’, el demonio. Él cree tenerlos encima de los hombros y los mira, habla y pelea con ellos. Para ‘tarzán’, ellos son reales” concluye.

Marvin Figueroa, psicólogo, dice que: “una alucinación es una percepción que no es provocada por un elemento real y que es atribuida al subconsciente”. Dejando claro que si una persona escucha este tipo de voces, es incapaz de distinguir los ruidos reales alrededor. Afirmando que esto es parte de un trastorno mental o enfermedad.

Hoy en día, Raúl es desaseado, tiene el cabello largo, mantiene descalzo portando unos shorts cortos a relés de las rodillas. Siempre está por las calles discutiendo con ‘pena’ y ‘pánico’ como si alguien lo estuviera atormentando en sus espaldas. Estos gritos hicieron que lo apodaran en el barrio como “tarzán”.

“Quizá son tormentos que ‘tarzán’ no ha superado o son esas alucinaciones que no se van por culpa de la heroína implantada en su cuerpo por todo lo que consumió cuando joven. Él ya abandonó cualquier opción que tenga que ver con rehabilitarse”: comenta Luz Marina Torres, vecina del barrio.

Raúl acepta que las oportunidades se dan una sola vez en la vida y hay que aprovecharlas. “me arrepiento de haber hecho tanto y a la vez nada. Tanto que he atravesado me han llevado a perder lo que es el miedo o tener algún tipo de sentimiento” concluye con la voz entre cortada.

“La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”, Raúl pasó de ser aquella persona respetada, elegante y pudiente, a simplemente ser conocido como “tarzán”. Pero no sorteando dificultades mientras va de cuerda en cuerda, sino llevando en las espaldas, todo el peso y daño que les causó a las personas que lo querían.

Por Adrian Fonseca Epalza



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