Al entrar a su casa, en la sala sorprende ver algunas monturas para
caballos, aperos, riendas y bolsos de cuero,
antes que uno pregunte, don Juan se dispone a responder “esos son algunos
artículos que tengo hechos para vender a mis clientes y para mostrarle a las
personas que vienen interesados en mi trabajo”. ..
“Juanito”, como lo llaman sus amigos y familiares, nació en Pamplona
el 22 de febrero de 1943, Juan José Castellanos Mogollón de 78 años de edad, es
hijo de Felisa Mogollón y Antonio Castellanos de Herran, un pueblo de clima templado, ubicado en la
frontera con Venezuela, tan solo a 10 kilómetros lo separan de Las Delicia. Es
bisnieto del General Justo Pastor Mogollón, que guarda gran historia detrás de él. Es el segundo de diez
hermanos y recuerda que gran parte de su infancia la paso en un pueblo llamado
El Camellón en Pamplona. Estudio en la Escuela Normal Superior de Pamplona,
hasta primero de bachillerato.
Don Juan ha hecho muchas cosas en
el transcurso de su vida, de pequeño aprendió el arte de elaborar velas de su
padre que tenía una fábrica, lo menciona como si fuera ayer y se encarga de
explicarme, “para hacer una vela, se derrite la cera, luego se espabila y se
corta dependiendo el tamaño que se iba a vender”, agrega, “en mis tiempos esas
velas se vendían mucho porque no había electricidad y esa era la forma de
alumbrar”.
Se enamoró muy joven, de una
mujer que fue todo para él, quien lo enseñó a vivir, a trabajar, de quien se
refiere de la mejor manera con las siguientes palabras, "el ser que soy hoy
en día, se lo debo a ella". Le ha tocado luchar y pasar por dificultades
que le han enseñado a valorar cada detalle, y como él mismo dice, “unos días se
sufre y otros se gozan”, pues cada experiencia de su largo vivir lo han formado
como un hombre justo, humilde, trabajador, honrado y colaborador.
Aprendió el arte de la
talabartería a la edad de 18 años, por medio de su suegro Gregorio Acero Torres
y desde entonces con el transcurso de los años siguió constantemente
perfeccionando este arte y haciéndolo mejor cada día, recorriendo diferentes
lugares que le han dejado aprendizajes y experiencias significativas. Al
llegar a Sevilla en Cúcuta, empezó a ser más reconocido entre la gente,
vendiendo sus productos a Ecopetrol y Mesacé empresas reconocidas en el
mundo de la talabartería. Poco a poco
logro tener su propio negocio, ubicado en la avenida 4 entre calles 6 y 7 de
Cúcuta, llamada La talabartería de Don Juan, luego de 5 años paso a trabajar
desde su casa, donde lleva más de 23 años demostrando que la talabartería es su
pasión.
Considera que el oficio de la
talabartería con el tiempo ha sido desplazado a causa de la forma de
movilizarse la gente, pues una moto o un carro generan mayor rapidez, que un caballo,
que necesita alimento y medicina para mantenerse sano. Para construir una
montura, tradicionalmente su base es en madera, actualmente también de
materiales sintéticos, luego se hace el asiento, las correas, las detalles, el
color entre otros, que depende de los
gustos del cliente y la creatividad.
Hace más de 20 años vive
en la ciudadela Juan Atalaya de Cúcuta, en el barrio Rosal del Norte.
La casa que habita está compuesta
por tres habitaciones, una sala y un patio trasero que utiliza de taller donde
acumula sus herramientas, cueros, remaches y demás cosas que utiliza para
realizar sus artículos para la venta. Actualmente
tiene una familia que siempre le han brindado apoyo incondicional en todas sus
dificultades, familia que ama y es su mayor bendición.
Su buen humor y carisma es
lo que caracteriza a Juanito, pues demuestra que sacar una sonrisa a alguien en
momentos difíciles es una forma de escapar de los problemas y la realidad
que a veces nos acomplejan. Y se atreve
a contar uno de sus chistes en medio de la conversación, “ llega un 100 pies a
un partido de fútbol, durante el primer tiempo, el 100 pies le pide al entrenador
que lo meta a jugar… ya para el segundo
tiempo el entrenador cansado de escuchar lo mismo, le dice que entre a jugar, a lo que el 100 pies le responde, pero me
espera, que me debo amarrar los zapatos”.
Entre risas, chistes y anécdotas don Juan se despide diciendo, “Todavía
estoy para grandes cosas”, para mí la talabartería lo es todo, es ese arte de
trabajar diversos artículos de cuero o guarniciones para caballería, un oficio
que me ha dado mucho en esta vida”.
Por María Alejandra Cárdenas
Ortiz
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